
Ella, Elle C., la tresfuegos, la que clava alfileres en mi cómodo sillón, la que revuelve con vientos huracanados mis cabellos y me despierta en mitad de noches sin luna; ella, Elle C., me agita sin compasión, remueve mis cimientos, me niega el refugio complaciente de las heridas antiguas, no permite que me enrosque, cual gato, a sestear la vida. Ella, la tresfuegos, invade mi casa sin permiso, yo la dejo. Dejo que me asalte, que me arrase, que me arrebate el aire, que me lance sin piedad contra los muros. La dejo, sí, la dejo, porque cuando ella se expresa, yo ardo en llamas.