Andaba yo emocionada, de esas veces que la piel parece despegarse de la carne. Ella cantaba, allí en el escenario, sentada sobre el piano, una de mis canciones favoritas. Era una version maravillosa, sólo voz, piano y violonchelo... Precioso momento... Y entonces llego el abrazo inesperado. Me tomó por detrás, me abrazó y cantamos juntos, muy bajito, para nosostros mismos, para meternos muy dentro de la canción... Fue sin duda un momento mágico. Una auténtica comunión. Comunicación sin palabras. Realmente hermoso. Un relago de la vida.

miércoles, 8 de octubre de 2008
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