martes, 9 de diciembre de 2008

La voz de Lhasa en "La marée haute"

Recuerdo vivamente la primera vez que oí esta canción. Un amigo me había pasado el disco de Lhasa de Sela,“The living road”, con la siguiente consigna: “No lo oigas ahora. Busca tu momento”. Era una noche de tormenta, oscura, negra, muy negra, sólo desafiada por los destellos de los relámpagos y, quizás, por algún amante clandestino. Una noche ideal para acurrucarse calentita en la cama y leer, oír la radio o no hacer nada. Fuera rugían los truenos y la lluvia tocaba melodías en los cristales (alegre ma non troppo). Yo me sentía a salvo en mi refugio de sabanas y edredones. Me pareció un momento perfecto. Me puse los auriculares. Apague la luz y le di al play. La voz de Lhasa en “La marée haute” me golpeo las entrañas. Me quedé casi sin aliento. Un calambre me recorrió por entero. La piel erizada. La mente noqueada. De pronto no era yo. De repente ya no estaba allí. Me quedé en mitad de un vacío extraño, cálido pero desconcertante. Me sentí febril y algo mareada. Desorientada. Inmovilizada. Después de aquello, tomé la precaución de no volver a escucharla nunca jamás en la más absoluta oscuridad. Y, a pesar de esto, y pesar de haberla escuchado hasta la saciedad, aún me acelera la sangre si me pilla de improviso desprovista de mi parapeto sentimental.

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