sábado, 11 de octubre de 2008

FLUIR

Hoy estoy bien, muy bien. Hoy ha sido un día maravilloso. Shine. Redondo. Hermoso. Hoy necesito dejarme ir. Dejarme fluir. Dejar que la noche me invada. Adoro escribir en esta semipenumbra de luna llena y grandes ventanales. Sí, me gusta esta medialuz capaz de alumbrar palabras que resbalan lentamente como si tuviesen vida propia. Esa sensación me encanta, dejar que se descarguen directamente desde lo más hondo e ignoto, sin pensar demasiado. Pensamiento cero. A veces, los pensamientos se encuentran encajonados por lo que esperamos de ellos, de los demás, de las circunstancias mismas que los rodean. A mi me encanta la palabra “fluir”, creo que encierra un secreto oculto: la manera de viajar por la vida sin que te hieran sus aristas.
Sería perfecto caminar sencillo. Dejar que las mareas te balanceen, que te lleven suave, dejarnos mecer sencillamente. Dejar de chocar una y otra vez, cabezotas, contra el mismo muro. Sería maravillosos olvidar ese empeño inútil de luchar con uñas y dientes contra los disturbios que nos rodean ¿No sería mucho más sensato intentar integrarlos, asimilarlos, hacerlos nuestros, hasta que pierdan su sentido hiriente? Se que estaréis pensando que eso es difícil. Ciertamente, lo es, mas no imposible. Es difícil porque, inevitablemente, nuestro esquema del mundo choca con el esquema mental de otros mundos que buscan esa misma libertad de movimientos. Mundos que chocan. Mundos compartidos. Caminos que se cruzan. Sueños que se perturban entre si, como partículas extraviadas que pierden su camino fijado y se quedan mirando al infinito desorientadas ya sin rumbo, sin brújula, sin destino.
Aquí estamos, intentando dibujar un esquema que nos oriente. Un plan prefijado condenado a ser enviado a la papelera de reciclaje. En cada rincón una vuelta de tuerca, un recodo desconocido, un atrayente futuro incierto que nos hace abandonar el camino de baldosas amarillas y arriesgar sin sentido, pero sin remedio, por un camino nunca imaginado. Nos sentimos lanzados al vacío sin paracaídas pero con la certeza estúpida (?), pero absolutamente convencida, de que al llegar al suelo no nos haremos ni el menor de los rasguños. En mi defensa diré que muchas veces disfrute de esa caída libre y que mis huesos siguen en perfecto estado de salud, de echo después de alguno de estos episodios he salido más fuerte y sabia… ¡uhmmm! curiosa palabra ha elegido mi mente… Pensemos que algo de razón tendrá al elegirla. Si, vale, puede que sabia no sea la palabra exacta, es difícil encontrar en el vocabulario la palabra justa para definir una sensación, pero quizás esta sea la que más se asemeja al hecho de levantarse, algo maltrecha, pero con la total convicción de entender un poco mejor el mundo, al menos ese que bulle dentro de nosotros, ese que, en ocasiones, va por su propia cuenta mientras nosotros nos empeñamos en caminar por sendas paralelas condenadas a no encontrase nunca jamás.
Fluir. Dejar que todo ocurra sin empeñarnos en que ocurra otra cosa. Fluir. Suave, tranquilo, sin esquinas. Fluir y dejar de luchar contra nosotros mismos, una lucha que muchas veces no queremos, son sólo esquemas aprendidos, razonamientos ajenos que nos empeñamos en hacer nuestros por la imagen que representan. Yo sólo quiero dejarme fluir. Como dijera aquel sabio, a saber, Bruce Lee: “Be water, friend” …Pues eso, no hay que luchar contra los elementos, únicamente aprovechar su empuje.

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