Quise decirte que, aquella mañana, el sol había nacido para ti. Pero dormías y cuando despertaste estaba tan alto, que me olvidé. Demasiada luz para el romanticismo. Demasiada para susurros de amor. Si te hubiese dicho: “el sol brilló hoy para ti”, hubiese sonado como el eco de un manoseado halago dicho y redicho, así que, no dije nada. No hubo palabras, pero fue cierto, el amanecer se paseo por tu cara como si fuese la primera mañana del mundo.
jueves, 16 de octubre de 2008
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